"Vamos allá, mamá. ¿Cómo das tú las palmas'", le decía Juan Andrés a su madre. Y, sin pensárselo dos veces se arrancaba a bailar y dejaba a todos los presentes con la boca abierta. "Cuando se pone a bailar, no se puede aguantar, es para comerle el corazón", reconocía su hijo.